Emprender en la Formalidad
Joan Borbolla Ballescá
En economía, el Emprender es tener la iniciativa de llevar a la práctica una idea de negocio, es decir, crear una empresa y llevar a cabo la producción del bien o prestación del servicio, sin que esto quede en una mera intención.
Los emprendedores, al desarrollar nuevos negocios para satisfacer las necesidades de la población, permiten incrementos de productividad y generan la mayor parte del empleo. Entonces, se genera más y mejor empleo que contribuye al incremento del valor agregado de la economía.
La generación de estos emprendimientos de calidad depende de todo un ecosistema integrado que recoge aspectos personales de los individuos, las condiciones del mercado, el acceso a recursos financieros e información, así como la intervención de los gobiernos a través de programas y proyectos públicos que favorecen (en mayor o menor grado) la formación de ambientes de negocios propicios para que los emprendedores lleven a cabo sus iniciativas y obtengan beneficios.
México tiene un espíritu emprendedor que debemos identificar, promover y cuidar.
Actualmente, en nuestro país las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) aportan alrededor del 52 % del PIB y generan el 72 % de los empleos formales (IMCO). De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Productividad y Competitividad de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (ENAPROCE), elaborada por el INEGI en 2019, del total de las empresas en nuestro país, el 97.6 % son microempresas, las cuales emplean al 75.4 % del personal; mientras que las pequeñas empresas representan el 2 % y emplean al 13.5 % del personal. Por su parte, las medianas empresas representan el 0.4 % y emplean al 11.1 % del personal (BANCOMEXT, s.f.).
Apegado al emprendimiento, viene el tema de la formalidad o informalidad, puesto que ser formal, se puede definir como el proceso que llevan a cabo las empresas para incorporarse a la economía formal, y que presenta diversas dimensiones como contar con: registros, permisos y licencias por parte de las autoridades Federales, Estatales o Municipales. Así como acceso a la seguridad social para los trabajadores o colaboradores de las empresas y el cumplimiento de los ordenamientos jurídicos vigentes, como son el pago de impuestos.
Mientras que la informalidad, es simplemente llevar a cabo una actividad económica en donde se omitan todos los pasos anteriores.
Para efectos del análisis del impacto fiscal de la informalidad en México, el modelo del Banco Mundial otorga un panorama más nítido para determinar la secuencia del impacto en las finanzas públicas producto del aumento de la informalidad.
Dentro de su modelo de informalidad, el banco mundial distingue dos agentes involucrados:
El trabajo, que puede ser cualitativamente no calificado, lo que impide obtener un trabajo formal o en su segunda vertiente, puede decidir por la informalidad como medio de aumentar sus ganancias reduciendo costos.
Las microempresas, también divididas en dos, la primera clase carece de potencial de crecimiento, lo que le impide trabajar dentro de la formalidad y la segunda clase enfrenta obstáculos y barreras a la entrada de los mercados formales.
Las nuevas empresas incrementan la productividad agregada que resulta de una recombinación de los factores de producción y provocan un cambio estructural importante. Los nuevos productos y servicios que se ofrecen en el mercado permiten un dinamismo colateral hacia industrias proveedoras de insumos, esto estimula la competitividad de los mercados y la innovación en todas sus formas, dando paso al crecimiento de la economía.
Pero si en el ecosistema de emprendimiento, se genera una mayor tasa de informalidad que de formalidad, este proceso de competitividad, se ve altamente afectado y disminuido, pues, una entidad económica de reciente creación, al no emitir comprobantes o recibos fiscales, no aportar a las cuotas obrero- patronales, y ser una entidad, meramente financiera en forma de cobrar y pagar; no está generando ni competitividad, ni crecimiento a la entidad donde se estableció, esto sin contar, que no genera trabajos formales, pues al no cubrir cuotas de seguridad social, no puede contabilizarse como números de crecimientos.
Esta vulnerabilidad tiene repercusiones serias sobre el bienestar de quienes la viven. En primer lugar, al emplearse de manera informal, frecuentemente carecen de una fuente de ingresos estable y suficiente. Al no tener acceso a una liquidación ni a un contrato, sus empleadores incurren en menos costos al despedirlos y tienen mayor facilidad para hacerlo, por lo que sus ingresos tienen menos garantías.
Además, por cada $100 pesos que un trabajador formal gana por sus labores, uno informal percibe solamente $55. En cuanto a la suficiencia de esos ingresos, la evidencia es concluyente. En el caso de los trabajadores formales, 1 de cada 100 recibe recursos mensuales escasos, que no alcanzan para cubrir el costo de una canasta alimentaria básica (que apenas proporciona un valor nutricional adecuado); las circunstancias son más drásticas cuando se trata de trabajadores informales, pues el ingreso de 22 de cada 100 trabajadores no cubre dicha canasta alimentaria.
También es evidente el efecto de la informalidad laboral sobre el potencial de desarrollo profesional de las personas, ya que es menos probable que accedan a cursos para mejorar habilidades, o a otras herramientas para volverse más productivas, mejorar su posición y, por ende, sus ingresos. Más allá del efecto personal, el vínculo entre informalidad y baja productividad repercute en la economía en su conjunto. Una fuerza laboral menos productiva limita el potencial de crecimiento de la economía a corto y mediano plazo.
En contra punta, emprender en la Formalidad, permite al emprendedor, futuro empresario, vivir la otra cara de la moneda y poder apostar a un crecimiento medible, controlado y real.
Sin embargo, muchos emprendedores y empresarios, siempre han llegado a la inevitable pregunta, del por qué emprender en la formalidad. Si cuando emprender per se, ya significa una erogación o gasto fuerte y desmedido, en donde, si le sumamos una tabla impositiva o tributaria, se eleva de forma exponencial y hace, que, en menos de dos años, esos sueños mueran lentamente hasta llegar a un fracaso financiero, que se traduce en el cierre de operaciones y el deceso del sueño dorado.
La respuesta, por lo general, siempre se encuentra en la nula planeación o asesoramiento fisco tributario que estos emprendedores, futuros empresarios, buscan o logran tener, puesto que normalmente la primera barrera, es la falta de acceso a la información clara y traducida al español que buscan los emprendedores. Recordemos, que en su mayoría, no son ni contadores, ni abogados especializados en áreas tributarias, por ende, el poco conocimiento que tienen sobre estos temas, se remonta a lo aprendido en la universidad o colegio, lo platicado con amigos, o lo aprendido en televisión o redes, situación que los pone en clara desventaja para lograr sus metas. Y si a esto le sumamos que la mayoría de los fiscalistas en México, a veces, parece que hablan griego, menos va un emprendedor a entender cómo arrancar con el pie derecho en este tenor.
Afortunadamente y a diferencia de hace años, en nuestro país, existen múltiples alternativas para emprender, tanto como personas físicas como personas morales, sin necesidad de gastar grandes cantidades de arranque y lo más importante, tendiendo una vida fiscal estable, sin exceso de gasto, legal y segura.
Por ejemplo citaré dos: El Régimen Simplificado de Confianza (RESICO) y la Sociedad por Acciones Simplificadas (SAS), ambas figuras, son ideales para quienes arrancan su sueño y buscan disminuir sus costos tributarios.
El primero tiene como ventaja que logra la simplificación administrativa para que el pago del impuesto sobre la renta (ISR) se realice de forma sencilla, rápida y eficaz, es decir, se pague lo menos posible y se pueda operar 100 % apegado a derecho.
El segundo, simplifica el proceso de constitución para micro y pequeñas empresas, establece un proceso de constitución administrativa con todos los efectos legales, ágil, rápido, económico y entendible, que fomenta el crecimiento de estas empresas.
En ambos casos, si se opta por iniciar operaciones con alguno de estos esquemas, es altamente probable, y claro, con una buena administración y otras herramientas como ventas, marketing, etc., que se logre romper esa indeseable barrera de los 2 años y crecer, como ya se mencionó, controlada pero exitosamente.
Creciendo formalmente se dimensiona otro capítulo empresarial que nunca hay que perder de vista cuando emprendemos, el poder facturar y ser proveedores de grandes empresas, hacer sociedades, generar utilidades, optar por créditos para financiamiento, etc. Generar emprendimiento formal, será clave fundamental para el México del siglo XXI, que detone en esa gran nación creciente y estable que siempre hemos querido ver y tener, pues recordemos que 8 de cada 10 empleos actualmente, provienen de las micro, pequeñas y medianas empresas.
Incentivar el emprendimiento en México, mediante la creación de mejores condiciones para el ecosistema emprendedor de nuestro país; por sí mismo, no llevará a nuestra economía al nivel de crecimiento que se requiere para garantizar el bienestar de 127 millones de mexicanos, al menos no de forma directa; pero lo que sí es seguro, es que contribuirá con su granito de arena para poder incrementar el número de MIPYMES en México, que como se describió en un principio, constituyen el motor de nuestra economía.