El emprendimiento: Un asunto público que nos debe ocupar
Por: Armando Morquecho Camacho
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En una sociedad como la nuestra, en la que se ha empoderado tanto la idea del credencialismo, así como el ideal meritocrático, el desarrollo y crecimiento tanto profesional como económico se han convertido en un reto que trasciende más allá de lo personal, especialmente para nosotros los jóvenes que vivimos sumergidos en una cacofonía orquestada por las redes sociales, repletas de influencers que parecen tener su propia fórmula para el éxito, riqueza, bienestar y la paz mental.
De esta manera, lo que debería ser una carrera emocionante, se ha convertido en uno de los recorridos más tenebrosos para muchos; uno repleto de ansiedad, temor, crisis, y en algunos casos, de soledad, lo cual es un verdadero contrasentido a la idea misma del emprendimiento y de la prosperidad económica.
El emprendimiento se refiere al proceso de crear, desarrollar y gestionar un nuevo proyecto, idea o empresa con el objetivo de generar valor, innovar y asumir riesgos para obtener beneficios económicos; de esta manera, podemos decir que los emprendedores son personas que identifican oportunidades, toman la iniciativa y están dispuestos a asumir desafíos para materializar sus ideas.
No obstante, no podemos perder de vista, la relación entre emprendimiento y bienestar social y colectivo es significativa, principalmente porque el emprendimiento no es solamente una herramienta para generar valor respecto a una idea de negocio; el emprendimiento también contribuye al bienestar colectivo de un sinfín de formas. Aquí van algunas que se me vienen a la mente.
- Generación de empleo: Los emprendedores crean empleo al establecer nuevas empresas. Esto no solo beneficia a los propios emprendedores, sino también a la comunidad al proporcionar oportunidades de empleo y reducir la tasa de desempleo.
- Innovación: El emprendimiento impulsa la innovación al introducir nuevas ideas, productos y servicios en el mercado. Estas innovaciones pueden mejorar la calidad de vida, resolver problemas sociales y satisfacer necesidades colectivas.
- Desarrollo económico: Las nuevas empresas contribuyen al crecimiento económico al aumentar la productividad y la eficiencia. Esto puede tener un impacto positivo en el bienestar colectivo al mejorar la infraestructura, la educación y otros servicios públicos.
- Empoderamiento comunitario: El emprendimiento puede empoderar a las comunidades al fomentar la autodeterminación económica. Las iniciativas locales y los proyectos emprendedores pueden fortalecer la cohesión social y mejorar la calidad de vida en áreas específicas.
- Solución de problemas sociales: Al abordar problemas sociales a través de soluciones emprendedoras, se pueden lograr cambios positivos. Por ejemplo, proyectos sociales emprendedores pueden trabajar en áreas como la salud, educación y el medio ambiente, mejorando directamente la calidad de vida de la sociedad.
- Diversificación económica: La diversificación de la economía a través de emprendimientos, puede hacer que las comunidades sean más resilientes ante cambios económicos. Esto reduce la dependencia de sectores específicos y contribuye a una mayor estabilidad social.
En resumen, debemos de tener muy claro que el emprendimiento no solo es una fuerza impulsora del desarrollo económico individual, sino que también tiene un impacto significativo en el bienestar social y colectivo; tanto, que muy probablemente sin él, el mundo sería muy distinto al que hoy conocemos.
Sin embargo, algo ha estado sucediendo en nuestro país en los últimos años, ya que el emprendimiento ha dejado de ser un proyecto y se ha convertido en un simple anhelo que, ciertamente, no está al acceso de todos.
Las PYMES (pequeñas y medianas empresas) aunque son una parte medular de nuestra economía, al representar un 99% del sector privado del país, generando el 78% de los empleos formales. No obstante, el 33% de este tipo de negocios fracasan en su primer año, y solamente el 35% sobrevive pasados los 5 años de operaciones, cifras que no solamente son altamente preocupantes para un país cuyo motor económico depende principalmente de esta industria, sino que también nos reflejan lo puntualizado en líneas anteriores: el emprendimiento es un anhelo y una realidad efímera para muchos.
Aunado a esto, de acuerdo con un comunicado del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía, entre mayo del 2019 y junio del 2021, nacieron en nuestro país 1 millón 200 mil pequeñas y medianas empresas, mientras que 1 millón 600 mil cerraron sus puertas para siempre.
De igual forma, el Centro para el Desarrollo de la Competitividad Empresarial, muestra que 75% de las micro, pequeñas y medianas empresas mexicanas bajan sus cortinas de forma definitiva antes de cumplir dos años, y además, el 80% de este sector, no llega a cumplir 5 años en funcionamiento, mientras que el 90% fracasa antes de los 10 años de operaciones.
Si lo ponemos en números desglosados, de ese 1 millón 200 mil de empresas que nacieron entre el 2019 y 2021, solo existirán 120 mil para el 2031.
En esa tesitura, tenemos que la esperanza de vida promedio de las PYMES en México es de unos 7 años, número que puede aumentar o disminuir cuando echamos un vistazo sobre cada uno de los sectores.
Ahora bien, probablemente al leer esto, puede que se estén imaginando un sinfín de razones del por qué estos porcentajes reportan cifras preocupantes: ¿cómo es posible que el 33% de PYMES fracasen? En Shark Tank lo hacen ver tan fácil. Y sí, bajo esa óptica, el emprendimiento es fácil; solo necesitan mucho dinero y grandes inversionistas para sobrevivir al primer año. Nada difícil, ¿verdad?
Pero ese es justamente el problema: la meritocracia y el credencialismo, nos han llevado a desasociar dos conceptos que, en sus raíces, están profundamente ligados: lo público de lo privado. Esto, a tal grado que hemos caído sistemáticamente en el error de creer que lo privado es ajeno a lo público y viceversa, lo público es ajeno a lo privado. Esto es un error garrafal y sistemático. Sin lo privado no hay valor público, y sin lo público no hay valor privado.
Y esto se puede ejemplificar con un ejemplo muy sencillo. Tratemos de imaginar a lo público sin lo privado; principalmente la tasa de desempleo caería estrepitosamente, aumentando así el empleo informal, situación que impactaría contundentemente en otro sector igual de importante: el acceso a la seguridad social.
Ahora, siguiendo este ejercicio, imaginemos lo privado sin lo público. Sin esta conjunción, los grandes monopolios arrasarían con las pequeñas industrias con las manos en la cintura, y sin el bien público, claramente los más débiles en esta relación no tendrían leyes a las cuales recurrir, ni menos tribunales para buscar defensa. En resumen, todo se reduce a la ley de la selva.
No obstante, la única conclusión inequívoca de estos dos ejemplos es: only the strongest survive.
Tristemente, las cifras descritas anteriores nos sitúan un poco más en el primer ejemplo. Lo público se ha olvidado de lo privado, y ha dejado a una importante cantidad de soñadores a su suerte, dependiendo únicamente de lo que pueden encontrar en redes sociales, a través de influencers o bien, de programas como Shark Tank, que reflejan la realidad del camino del emprendimiento, el cual va más allá de pararte frente a grandes empresarios, hacer un pitch, y obtener grandes inversiones. Esa es solo la realidad de unos tantos, pero no del grueso de los emprendedores en nuestro país.
Por eso debemos unificar una vez más los conceptos y debemos de acercar a lo público y a lo privado, a consolidar una relación de interés colectivo, y no en un juego de suma cero como muchos creen que debe de ser, en el que para que uno gane, el otro debe de perder.
Impulsar al emprendedor es un compromiso público y una obligación social en un país en el que el emprendedor es asfixiado por la falta de liquidez y la mala administración, debido a la falta de educación financiera en los programas de educación tanto pública como privada. Justamente por esto, es que debemos de comprender un aspecto fundamental: el emprendimiento es un asunto público que debemos de atender, porque la mayoría de los fracasos no se deben propiamente al mercado per se, sino por la falta de herramientas que, de una forma u otra, el Estado está obligado a proporcionar de diversas formas a la ciudadanía.
El emprendimiento es complejo en la sociedad actual, especialmente para los jóvenes que enfrentan desafíos emocionales y económicos. Estos retos y/o desafíos debemos abordarlos puntualmente con urgencia, ya que debemos dejar de ver al emprendimiento no solo como una búsqueda individual de éxito, sino como una fuerza para el bienestar social y colectivo dentro de una sociedad en la que todos participamos.
Y en esa tesitura, las estadísticas alarmantes sobre el fracaso de las PYMES en México señalan una realidad preocupante. A pesar de representar una parte crucial de la economía, muchas de estas empresas enfrentan dificultades y tienen una vida promedio relativamente corta. Factores como la falta de liquidez y la escasa educación financiera, contribuyen a este escenario.
El llamado a integrar lo público y lo privado en una colaboración de interés colectivo, resalta la importancia de superar la dicotomía entre ambos ámbitos. Se subraya que impulsar el emprendimiento no solo es una responsabilidad individual, sino un compromiso público y una obligación social.
La falta de herramientas y apoyo estatal se identifica como una de las principales razones detrás de los fracasos empresariales, y se insta a que el Estado desempeñe un papel más activo en proporcionar las condiciones necesarias para el éxito emprendedor. En definitiva, el emprendimiento no solo es un asunto personal, sino un desafío y una responsabilidad compartida que requiere una atención más profunda y acciones concretas para mejorar las perspectivas de los emprendedores en México.