VIGILAR A LA VÍCTIMA
Por: Silvino Vergara Nava
Una de las obras más emblemáticas respecto de la forma de gobernar, particularmente, en Estados Unidos de América es la del investigador Jonathan Simon, que sostiene: «El ciudadano norteamericano estaba acostumbrado desde hacía tiempo a una barbarie organizada.
El derrumbe de las torres fue apenas la última (y más letal) de una serie de espectaculares escenas de violencia ocurridas en los centros de las principales ciudades del país desde que en 1963 el presidente Kennedy fuera asesinado en Dallas con un rifle comprado a vuelta de correo» (Gobernar a través del delito, Ciudad de México, Gedisa, México, 2011).
Precisamente, después de 20 años de los sucesos respecto del derrumbe de las Torres Gemelas, se ha ido modificando muchos de los sistemas jurídicos en el mundo occidental, iniciando con Estados Unidos de América y continuando con otros, sobre todo en América Latina, donde México no es la excepción.
Basta recordar las leyes norteamericanas de octubre de 2001, en las que se establecieron regulaciones inmediatas para tratar de evitar otro desastre como el de las Torres Gemelas; disposiciones extremas, como la vigilancia a extranjeros que acuden a las bibliotecas de ese país para que las autoridades policiales puedan saber qué libros consultan; lo que evidencia que las leyes de vigilancia a la población siguen incrementando, sobre todo, con la ayuda de los sistemas tecnológicos de la comunicación, que han avanzado tanto, cuya capacidad esta sobrada.
Por ello, en parte, las leyes de vigilancia a la población han sido implementadas: para usar estos sistemas y contar con grandes rendimientos económicos, mientras se justifica, la vigilancia a la ciudadanía aduciendo que dentro de ella se esconde un delincuente, un terrorista, un guerrillero.
No obstante, quienes, en realidad, se esconden dentro de la ciudadanía son personas cada vez más descontentas y opositoras a esos gobiernos de vigilancia, ya sean de las denominadas políticas públicas de derecha o de izquierda, pues ambas han dejado de existir del modo tan radical que solían ser.
“El modelo de la guerra contra el delito se concentra en delincuentes que violan la ley en forma voluntaria, más que en las condiciones que favorecen las conductas delictivas”
Jonathan Simon
El sistema, con todos los medios con que cuenta, sobre todo ahora con la comunicación por las redes sociales, establece diversos mensajes que distorsionan la realidad. Por ende, la población vive confundida, pero, sobre todo, vigilada.
Por ejemplo, dentro de los mal informantes textos dirigidos a la población, los gobiernos en turno sostienen que las políticas y legislaciones de vigilancia corresponden al régimen socialistas e, incluso, comunista; que los gobiernos totalitarios solamente son de izquierda.
Así pues, respecto de las políticas de vigilancia, se transmite la mala información en el sentido de que —se dice— ellas atiende exclusivamente a políticas públicas de izquierda. Sin embargo, nadie se pregunta, respecto de las leyes de las bibliotecas, si son o no de izquierda; tampoco nadie se cuestiona lo que sucedió en los tiempos de Franco en España o del «Estado Novo» de Portugal ni, menos, sobre el nazismo; pero ninguno de ellos fueron políticas públicas de izquierda ni nada que se le parezca. No obstante, sí fueron sistemas estatales de una durísima vigilancia y persecución a la población.
Por ende, no debemos confundirnos ni pensar que, cuando se habla de vigilancia, se alude exclusivamente a la izquierda. Esto no es así. Incluso, ya no se puede sostener que la actual China es un país socialista, sino que goza de un capitalismo de Estado. Sin embargo, basta con analizar las leyes de vigilancia de ese país o, bien, las restricciones a la población de piel obscura en Sudáfrica, que tampoco es un país socialista.
Así, las disposiciones que hoy están en debate en el Congreso de la Unión, las leyes autorizadas respecto a la mayor vigilancia (como el disparate jurídico de los datos biométricos para tener en funcionamiento un simple celular) no pueden ser clasificadas —solo por eso— como política pública de izquierda.
Hay que tener mucho cuidado cuando se dice eso, sobre todo, ante foros de generaciones jóvenes e, incluso, en las charlas de café. El objetivo actual (y ya desde hace mucho tiempo) del sistema que gobierna en el mundo occidental es la vigilancia permanente, sean estos enmascarados como gobiernos de derecha o de izquierda. Lo preciso es vigilar a la población; en particular, «vigilar a la víctima» (Web: parmenasradio.org).
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