Las Empresas y la debacle de la disciplina
La pandemia actual por coronavirus ha obligado prácticamente a todas las organizaciones a cambiar y adaptarse. Y en estos pocos meses de permanecer en casa, hemos podido aprender o quizá descubrir nuevos aspectos del comportamiento humano.
De uno de estos aspectos en particular, es de vital importancia su estudio o preparación para las organizaciones, puesto que es clave para el éxito sostenido o para la adaptación actual de los cambios, se trata de la disciplina y de cómo mantener la disciplina de la organización.
Uno de los mejores ejemplos que encuentro para poder clarificar la importancia de este factor, es el que sucedido recientemente en una clase que tuvo que migrarse a modalidad en línea por motivo de la pandemia. Como parte de la preparación para la clase, se verificó con los alumnos (todos ellos profesionistas laborando) la capacidad de conectarse a internet, capacidad de su equipo de cómputo y conocimiento de aspectos de tecnología que serían necesarios para aprovechar al cien por ciento la clase.
En la primera clase, después de haber revisado la rúbrica para evaluación de la misma, uno de los primeros comentarios que surgió fue la propuesta de “eliminar el trabajo final” el argumento fue que, debido a la contingencia, se tenía que trabajar desde casa. Sin conocer el contenido total del trabajo final, sin revisar las actividades y contenido del temario, y sin haber hecho un análisis o planificación, los alumnos ya solicitaban una reducción de la cantidad de trabajo que la clase podría implicar.
En siguientes clases se tuvieron otras concesiones, se postergó una semana la entrega de trabajo final, por ende, se eliminó la presentación de este y en la última clase, es decir a una semana de entregar el trabajo final, se concedió (a petición de los alumnos) que el trabajo fuera realizado en equipo en vez de individual. Además de estas concesiones, se solicitaron otras que no fueron otorgadas, como: retrabajar tareas ya enviadas, considerar trabajos enviados fuera de horario, considerar hacer tareas en equipo, conceder medios o puntos completos en calificaciones de actividades y otras más.
¿Qué nos dice esto de la cultura de trabajo? Al igual que hemos podido constatar en las empresas donde damos asesoría, el caso de la clase mencionada, y de otras clases más que impartimos, los colaboradores piden continuamente concesiones, principalmente aplazar más los tiempos de entrega. Pareciera que el home office se ha dificultado para muchos de los trabajadores. Sin embargo, no todo se puede explicar a partir de la falta de competencia o de recursos de los colaboradores para realizar trabajo en línea o en casa.
En algunas empresas, tanto como en las clases se crearon grupos de WhatsApp para tener un triple canal de comunicación; en primer lugar las llamadas telefónicas para los casos en que sea posible, segundo lugar el correo electrónico y por último esta plataforma de mensajería instantánea. Y con esta herramienta se pudo corroborar un comportamiento lamentablemente presente de forma general en la mayoría de los colaboradores. Cuando las instrucciones para la clase o para las actividades del trabajo eran enviadas, la confirmación de lectura se daba en promedio el mismo día del vencimiento del plazo, o de uno a dos días antes del vencimiento. En promedio, todas las pruebas realizadas de asignación de tareas para trabajo en casa fueron de una semana, es decir, que en promedio las personas pasaban de 4 a 5 días sin consultar las actividades encomendadas, y por lo tanto, no fueron capaces de administrarse y planificar sus tareas.
Por ende, lo anterior provocaba que el trabajo no fuera calculado de forma adecuada y los plazos de entrega no se cumplieran, solicitando prorroga tras prorroga en la entrega de actividades, y generando un retraso mayor en las actividades por asignar en cada semana entrante.
Esto parece ser un indicativo, si bien no general, si bastante frecuente, de la mala fama del trabajador mexicano que tiende a dejar todo para el final. Parece ser que nos gusta el reto, la presión, el trabajar al límite. Todo esto estaría bien si fuera una forma de motivación intrínseca que nosotros mismos nos asignamos, pero no es del todo así. En el caso de la clase mencionada, el 40% en promedio de los participantes no estuvieron de acuerdo con lo estricto de la evaluación y de que por 0.05 o 0.1 puntos no fueran acreedores a mejor calificación, y en las empresas no fue distinto. Los colaboradores que incumplían los plazos de entrega, eran quienes más insatisfechos estaban, y éstos representan el 60% de los líderes de área.
Ahora bien, debe aclararse que las actividades asignadas y los plazos de entrega pactados son los mismos que se estipulaban antes de vivir la situación de la pandemia. Lo que puede significar que, dado que el trabajador o el alumno se sienten “vigilados” su desempeño y compromiso es mayor que cuando solo se reciben instrucciones por un teléfono o una pantalla.
Y todo lo anterior provoca una reacción en cadena, misma que si no rompemos, lleva a las empresas a una alta improductividad y potencial pérdida de dinero o negocios. La razón es que al no ser disciplinadas las personas para poder autogestionarse y auto coordinarse, dejan las actividades importantes al final, no logran cumplir los plazos de entrega, por lo tanto piden prórrogas, cuando la empresa o el líder las concede, no genera un aprendizaje en la persona y por lo tanto lo que hoy fue un retraso de un día, para mañana será de dos. Y así, se crea un efecto bola de nieve que solo puede ser paliado a través del gasto innecesario de supervisiones, retrabajos, reprocesos, concesiones y regalos al cliente, en fin, un sin número de costos ocultos.
La pandemia del COVID-19 ha sacado a flote esta realidad. Hoy las empresas necesitan redirigir sus esfuerzos a un aspecto más básico, fomentar la cultura de la disciplina. Es necesaria la concientización, comunicación, formación y seguimiento de los líderes hacia la disciplina en las actividades. Puede ser tan simple como cumplir en el tiempo de llegada a una reunión, como tan compleja como la negociación y cierre de contrato con un nuevo cliente.
La disciplina ha salido a relucir por falta de ella. Es ahora prioridad de cualquier empresa que requiera sobrevivir a esta pandemia, el inculcar en sus trabajadores este valor básico.
Y es que debemos comprender que al menos para el entorno mexicano esto puede ser complicado. Vivimos en una cultura del “ahorita”, “en cinco minutos llego”, “te lo entrego mañana”, y si permitimos que estas expresiones de falta de disciplina surjan en el ámbito personal y familiar, difícilmente podremos hacer las cosas distintas en las empresas. La disciplina comienza por uno, por vencer la comodidad, la tranquilidad. Por retar esa sensación de tranquilidad que nos brinda un ambiente seguro y conocido. Es imperante hoy actuar con seguridad, dirección y entusiasmo en las empresas, no importando si debemos continuar con actividades en casa, y que quizá será por muchos meses más así, necesitamos transmitir órdenes claras y con tiempos de entrega establecidos y que deban ser respetados; no quiero decir por esto que los líderes nos volvamos tiranos, autócratas o gendarmes; sino que debemos ser asertivos y firmes con nuestras decisiones. Este es el mejor momento para forjar personas que sean capaces de transformar la cultura y la forma de trabajo, pero no podemos hacerlo desde la comodidad y tranquilidad que nos da lo que conocemos, hoy más que nunca, debemos de aceptar que nadie ha crecido como persona permaneciendo en su zona de confort.