La Iglesia, el Gran Ausente
Ante un problema universal, los gobiernos en los que la pandemia ha causado grandes estragos, han fijado estrategias de apoyo a las empresas y a la ciudadanía en general, no omitiendo los recursos financieros destinados a la investigación para encontrar la cura al COVID 19; claro, existen excepciones como México, quien a través del Jefe del Ejecutivo y la Titular del Servicio de Administración Tributaria, se han negado rotundamente a brindar el apoyo suficiente a las empresas, condonando o cancelando el pago de impuestos por un periodo razonable, incluso no confundamos el llamado de las autoridades a los empresarios para cerrar o disminuir temporalmente operaciones sin despedir a sus trabajadores, cubriendo un mes más de sueldo como un apoyo al 100%, ya que si bien es cierto, el apoyo lo pide el gobierno pero sin generar estímulos para lograrlo y los recursos para el pago de la nómina saldrán de los pocos ingresos de las empresas que hasta hoy, no se encuentren en quiebra.
Sin embargo, en todo este problema de dimensiones apocalípticas existe un gran ausente, mismo que por sus características y poder en el mundo juega un papel protagónico y económico; la iglesia. Sin importar cuál sea su credo, podríamos citar a cinco de las principales religiones en el mundo por la cantidad de seguidores y feligreses, entre las que destacan el Judaísmo, el Islamismo, el Hinduismo, el Budismo y el cristianismo, religión que hasta hoy, cuenta con el mayor número de fieles en el mundo con un total de 2,437 millones.
En la actualidad no existen datos que determinen cuál es la fortuna actual del Vaticano; en 1952 la Revista Italiana Oggi, colocó el oro del Vaticano en 7000 millones de liras, unos 3,500,000,000 millones de Euros; esto a valor presente pudiere representar un incremento del 64% del precio del oro, con la venta del tesoro pudo haber generado una utilidad del 650%, por otra parte, sus reservas financieras se encuentran cotizando en Wallstreet y según datos, para 1958, el total de su patrimonio se calculaba en 50000 millones de marcos alemanes, esta cantidad a la fecha podría estimarse un poco más de 100 mil millones de euros.
En México, la principal sede es la Basílica de Guadalupe, dicho sea de paso, es la segunda sede más importante del mundo católico después de la Basílica de San Pedro; la Basílica de Guadalupe según datos de la Secretaria de Turismo, recibe un promedio de 20 millones de personas al año, más que los visitantes anuales en París, Londres y Nueva York. Los ingresos de la Basílica de Guadalupe no son tema del dominio público y es por ello que no se cuenta con datos actuales, en 2002 La Jornada público parte de sus ingresos; entre los 2000 m2 de zona comercial rentada y las dos concesiones de amplios estacionamientos, sus ingresos anuales se estimaron entre 28 y 30 millones de pesos, esto de acuerdo a las cifras que brindó el entonces Rector de la Basílica Diego Monroy Ponce; lo anterior, sin contar los ingresos por concepto de pago de misas y ceremonias, limosnas y otras entradas como donativos; si se trasladan estas cantidades a valor presente, podríamos suponer ingresos entre 84 y 90 millones de pesos para el 2020, esto de acuerdo al SMV del 2002 en 43.65 pesos, contra 123.22 pesos al día actualmente.
Frente al problema de la pandemia provocada por el COVID 19, los fieles católicos no han encontrado refugio o apoyo en su Santa Sede, ya que ésta no reporta apoyos económicos a los necesitados ó dicho de otra forma, a la población vulnerable. Para ello, la institución procura mantenerse activa en un plano de orden temporal en el tejido social, la Iglesia pugna por su reconocimiento como una autoridad moral orientada a promover valores que conducen a un orden más adecuado para el ser humano, así como por extender sus bases de apoyo.
El 15 de octubre de cada año, la iglesia celebra el Día Internacional para la Reducción de los Desastres cuyo objetivo es aumentar la conciencia sobre cómo las personas están tomando medidas encaminadas a reducir el riesgo frente a los desastres y las contingencias que sufren los pueblos, muchas veces por la falta de prevención, muchas otras por no saber tomar las debidas precauciones, otras más por corrupción y políticas desordenadas, en estas reuniones se tratan temas de cómo ayudar a la comunidad de la iglesia a resolver problemas de hambre, apoyo a los más necesitados, apoyo en momentos catastróficos, entre otros, a pesar de ello, estas reuniones solo ocupan un lugar en la agenda de la iglesia, ya que las acciones de apoyo no existen. Entonces, la gran pregunta es ¿Acaso la pandemia ocasionada por el COVID 19, no es considerada un evento catastrófico que requiera la atención y el apoyo de la iglesia para sus fieles? La respuesta, queda abierta.