Emprendimiento, economía y conciencia

Armando Morquecho Camacho

Recordando con un poco de humor aquel proceso electoral del 2012 en el que, en medio de la Feria Internacional del Libro, le preguntaron a Enrique Peña Nieto una lista de libros que habían marcado su vida (pregunta que en ese momento no pudo responder como tal), creo que si hoy a mí me preguntaran el nombre de los libros que han marcado mi vida, reduciría esa lista a solamente uno, y no, no es la biblia. 

Una de las obras que más me ha marcado en los últimos años sería el libro titulado: La Tiranía del Mérito. ¿Qué ha sido del bien común? Libro escrito por Michael Sandel, uno de los profesores de filosofía más famosos del mundo. 

En esta obra del 2020, Michael Sandel analiza de una manera muy cruda, pero puntual y pragmática, el fracaso del sistema meritocrático, y dentro de todas las preguntas y problemas que aborda en el libro, destaca una de las que él considera la más importante de nuestra época, ¿qué ha sido del bien común? 

Con motivo de esa pregunta, Michael Sandel precisa que las sociedades occidentales padecen dos males relacionados: la desigualdad económica y la polarización política. Lo cual, en una primera instancia, nos permite ver que sin importar lo que se nos instruya, el mundo económico y financiero de una sociedad, siempre estará íntimamente ligado a la vida pública y política, ya que es inevitable que lo primero no sea moldeado y dirigido por los discursos y las narrativas que se construyen desde la vida pública. 

De esta manera, en las primeras páginas del libro, Michael Sandel plantea que posteriormente a las grandes crisis económicas de la historia de la humanidad, como el martes negro de 1929, (fecha en la que se produjo una de las caídas más grandes en las cotizaciones de la Bolsa de Nueva York y que a su vez trajo consigo el jueves negro con el que se terminó de materializar la Gran Depresión, o bien, la crisis financiera del 2007-2008) el orden mundial se enfocó en popularizar la idea de la meritocracia como eje rector de la movilidad social y el bienestar social individual. 

De acuerdo con Michael Sandel, la meritocracia encumbra la idea de que las personas deben avanzar y ser recompensadas en función de su talento y su esfuerzo. Además, señala que en un sistema meritocrático ideal (como el que se ha tratado de consolidar) las oportunidades son iguales para todos y, por ende, el éxito o el fracaso dependen del mérito individual. 

Sin embargo, Sandel argumenta que la meritocracia tiene algunos problemas fundamentales, como la desigualdad, y es que aunque la meritocracia promete igualdad, en la realidad las personas no tienen el mismo punto de partida, y en ese tenor, factores como la clase social, la educación familiar y el acceso a recursos influyen enormemente en las oportunidades que una persona puede tener, generando así que el sistema meritocrático perpetue aún más la desigualdad. 

Por otro lado, también señala que este sistema ha generado una cultura de desprecio hacia aquellas personas que no logran el éxito, generando así una narrativa de ganadores y perdedores, en la que los ‘’ganadores’’ pueden sentirse orgullosos de sus logros y verlos como merecidos, mientras que los ‘’perdedores’’ pueden y deben sentirse como fracasados y culpables, ya que se asume que su falta de éxito se debe a su falta de mérito. 

Todos estos elementos, señala Sandel, fomentan una arrogancia entre los exitosos, quienes pueden ver sus logros como una validación de su superioridad moral y personal, lo cual, sin lugar a duda, erosiona la solidaridad social y el sentido de comunidad, ya que aquellos con éxito pueden distanciarse y no sentir obligación de ayudar a los menos afortunados. 

Un ejemplo de esto, señala Sandel, es el trabajo de los corredores de bolsa. De acuerdo con el autor, esta es la única profesión que no persigue un fin social, ya que los corredores de bolsa o los que trabajan en el sector financiero especulativo, no contribuyen directamente al bienestar social o al bien común, ya que, a diferencia de otras profesiones, estas se enfocan en maximizar ganancias a través de la especulación y el comercio de valores, actividad que, en su esencia, no produce bienes o servicios. 

En lugar de ello, el trabajo de este sector se centra en la creación de riqueza financiera que puede estar desconectada de la economía real y de las necesidades sociales, para un ejemplo de ello, pueden ver la película ‘’Golpe a Wall Street”, la cual trata sobre el caso GameStop, el cual ejemplifica perfectamente este punto. 

Como conclusión de esta idea, Sandel puntualiza que mientras otras profesiones como los médicos, maestros, ingenieros, abogados o incluso empresarios en otros sectores, producen bienes o servicios que satisfacen necesidades humanas y contribuyen en el bien común, la actividad especulativa del mercado resulta en la acumulación de riqueza para unos cuantos sin generar beneficios sustanciales para una sociedad en general, agravando crisis como la que vivimos en el 2008. 

Por esta razón, Sandel habla sobre la necesidad de reconsiderar cómo valoramos las profesiones y actividades económicas, enfatizando la importancia de las contribuciones al bien común y a la justicia social.

Ahora bien, si usted querido lector ya llegó a este punto, probablemente se pregunte: ¿a qué quieres llegar con todo esto? 

Muy fácil, a lo que quiero llegar con todo esto es que aunque la meritocracia ha provocado y acentuado más las desigualdades en la sociedad, y además, ha fomentado una gran polarización en razón de su narrativa de ganadores y perdedores en un sistema económico centrado en un juego de suma 0 en el que todo lo que yo gano es proporcional a la pérdida del de enfrente, la realidad es que esta idea que se ha convertido en el pilar de un sistema económico que se encuentra en una zona de confort, en el que es imposible hablar de cómo corregir este sistema debido a la polarización política. 

La polarización política que se ha extendido por muchas partes del mundo ha generado diversos fenómenos en el terreno de debate, que a su vez han fomentado una dificultad de atender la raíz de diversos problemas relacionados con la economía o bien, el modelo económico. El contexto político, económico, social y discursivo es tal que si el día de hoy tuviéramos la iniciativa de poner sobre la mesa la idea de replantear nuestro sistema económico (partiendo de la necesidad de poner el bien común y la justicia social al centro de esta discusión), no pasarían ni 10 minutos sin ser catalogados como socialistas o comunistas que buscan transformar el país en Cuba, en Venezuela, o peor aún, en la antigua Unión Soviética de Repúblicas Socialistas. 

En esa tesitura, debido al panorama económico global en el que nos encontramos, tenemos una obligación moral y social de replantear nuestro sistema económico de forma tal que podamos poner al centro la igualdad de oportunidades y la justicia social. Es fundamental reconocer que bienestar social no es sinónimo de comunismo, así como libre mercado no implica necesariamente un capitalismo extremo.

El libro de Michael Sandel ha transformado profundamente mi comprensión sobre los problemas de desigualdad en nuestra sociedad, ya que se expone muy puntualmente cómo la meritocracia, aunque prometedora en teoría, en la práctica perpetúa y exacerba las desigualdades debido a las oportunidades desiguales desde el punto de partida. 

Por eso mismo, la coyuntura actual vincula especialmente a empresarios y a emprendedores a entender que, antes de ser parte de un sistema económico, forman parte de un sistema social colectivo y, por ende, sus decisiones pueden acentuar o mitigar las desigualdades sociales. Este entendimiento nos lleva a una reflexión crucial: el cambio positivo no depende únicamente de la acción pública, sino de la acción colectiva, la cual involucra al gobierno, al sector privado y a otras organizaciones.

En este sentido, es imperativo que reconsideremos cómo valoramos las profesiones y actividades económicas, reconociendo la importancia de las contribuciones al bien común. La actividad especulativa en los mercados financieros (como la de los corredores de bolsa) debe ser vista en su verdadera dimensión: una práctica que, aunque puede generar riqueza financiera, no siempre contribuye al bienestar social o a la economía real.

Debido a la polarización política que se ha extendido en muchas partes del mundo, cualquier intento de replantear nuestro sistema económico centrándonos en el bien común y la justicia social, es rápidamente etiquetado negativamente, a menudo siendo tildado de comunista o socialista. Esta reacción impide un debate constructivo y necesario sobre cómo mejorar nuestro sistema económico.

Por lo tanto, debemos avanzar hacia un modelo económico que valore más la justicia social y la igualdad de oportunidades, sin caer en el error de pensar que cualquier debate sobre el sistema económico es la antesala del comunismo. La búsqueda de un bienestar social equitativo no debe ser vista como un precursor del comunismo, sino como un esfuerzo necesario y moralmente justificado para construir una sociedad más justa y cohesionada. La acción conjunta de todos los sectores, reconociendo la interconexión de nuestras decisiones y su impacto social, es el camino para lograr un futuro más equitativo y justo para todos.

Justamente por esto, el libro de Sandel cambió mi vida y mi forma de entender los problemas de desigualdad en la sociedad. Gracias a su trabajo, comprendí que los cambios positivos de esta naturaleza no dependen únicamente de la acción pública, sino de la acción colectiva, la cual involucra al gobierno, sector privado y a otras organizaciones.

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