Ahora bien, ¿cómo es que un esquema de cumplimiento y prevención pueda lograr disminuir efectos negativos en las empresas? La respuesta, aunque se antoje difícil, es simple: tomar a consideración la existencia de todos los riesgos que el negocio pueda tener, para así, formular respuestas desde la legalidad y la ética que de forma efectiva neutralicen el riesgo en cuestión, lo cual derivará en un mejor análisis de las obligaciones contraídas y por contraer, así como situar en la balanza ciertas acciones y decisiones, que a la larga, pudieran no ser convenientes para el crecimiento del negocio.
El desarrollo, implementación y seguimiento a mecanismos de cumplimiento (lo cual incluye a la prevención de riesgos y acciones para disminuir contingencias) debe de ser realizado conforme a la realidad y operatividad propia de cada empresa. No hay un Compliance de “machote”, ya que ello sería ir contra el espíritu que da motivo a su existencia: generar trascendencia en cada organización en que se aplica.
Toda implementación de un programa de Compliance, conlleva un proceso que, pese a tomar su tiempo, dejará grandes beneficios y seguridad en el negocio y las operaciones que se hagan, entre los cuales cabe destacar el no ser sujeto de multas, demandas, o actos judiciales diversos.
En una empresa, el orden y la calidad lo es todo, y para ello es menester voltear a ver a los mecanismos aliados para el crecimiento y desarrollo óptimo de los objetivos a lograr, así como a preservar el patrimonio ya construido y logrado.
Esta es una época de cambios de paradigmas, para ello, amigo empresario, hagamos Compliance.