El camino de México para la grandeza: nuevas reglas para el desarrollo

Por: Dora Isabel González Ayala
Las reglas del juego han cambiado desde que la dinámica ordinaria de la sociedad internacional se vio afectada por un agente externo, la pandemia, y que, por otro lado, progresivamente se engrosaban las tendencias de una nueva política, de la interdependencia digital y el cambio climático.
Figurativamente estamos en la curva, que representa la transición de un orden a otro, y desde los enfoques económicos, implica que los modos de producción prevalecientes giran a otros rubros, los cuales deben ser tomados con la mayor prontitud y eficacia posible; claro, si es que se desea la riqueza y para este caso, el bienestar de las naciones.
México, que tiene un Producto Interno Bruto con una actividad prevaleciente en el sector terciario (más del 60%), mientras que el sector industrial ronda en el 30%, así como el primario en menos del 5%, y que, además, en su entrada de divisas, casi el 4% del PIB proviene de las remesas, principalmente del vecino del norte donde habitan más de 36 millones de mexicanos, implica pensar cuáles son los espacios de influencia, vulnerabilidad y oportunidad, ya sea que lo veamos desde la perspectiva del Estado y sus respectivos poderes, o del sector privado en cuanto a su papel en el mercado.
El tratado comercial de mayor influencia para nosotros y hacia otros, es el Tratado de México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), de la mano, hay que considerar que la región asiática tiene un dominio en aumento de las cadenas de producción globales, incluyendo la mexicana, del que se estima que, en los casos de China e India, sobrepase a los Estados Unidos en 2030, con 2 y 3 puntos porcentuales más de PIB.

A su vez, México es el puente entre la región latinoamericana y del Caribe. Esto conlleva que, hacia los otros, México siempre será visto como terreno estratégico para el desarrollo logístico y, añado, puede ser visto como clúster para la industria creativa. Tales puntos, sumados a que somos el tercer país más poblado del continente (después de los Estados Unidos y Brasil) y estamos en el Top 10 de los países mega diversos en materia biológica y ambiental, nos pone en el terreno de cómo nos cayó la última crisis sanitaria y socioeconómica originada en cada rincón del planeta y el nicho de oportunidad puesto para todos nuestros sectores con enfoque de igualdad.
Somos una especie de radar preventivo de lo que pudiera suceder en un futuro no tan lejano en otras naciones. Con dicha premisa, me refiero que, a pesar de que ciertos grupos sectoriales sintieron de manera sorpresiva la “transición política-ideológica” en el país en 2018, más bien cayó de anillo al dedo a lo que trajo consigo la pandemia y la inflación presente. No porque fuera deseada así, sino que, simplemente ya estaba sembrada la alternativa ante las fallas del modelo anterior frente a la crisis hipotecaria del 2008 en Estados Unidos.
¿Qué modelo? del libre mercado y “dejar hacer” de Milton Freedman, quien inició su evangelización con la frase “este modelo ha dejado de funcionar (el New Deal), son tiempos de prosperidad y ha terminado la guerra … es el neoliberalismo”.
Nuestro país que tenía un tipo de Estado de Bienestar de “sustitución de importaciones” en tiempos del New Deal estadounidense, no le cayó del todo bien la transición al neoliberalismo: entre sus luces se aperturó el mercado a las dinámicas internacionales, pero en sus oscuridades, dio un golpe radical al sector agrícola e industrial (de tipo maquilador en su mayoría) provocando el aumento del mercado informal.
Tampoco le quedaba de todo el modelo: las instituciones de seguridad social y educativas se mantuvieron públicas en su mayoría (afortunadamente), y más bien se debilitó su inversión para el desarrollo, por otro lado, las empresas que eran paraestatales, pasaron una parte a ser privadas y ahí se concentró los ingresos multimillonarios, cosa distinta, a los famosos “emprendedores” que se hicieron multimillonarios en Estados Unidos. Es decir, en términos de fondo, ni benefició al sector empresarial de “alto nivel”, ni a la sociedad en su conjunto, en cambio, provocó que fuéramos categorizados como el país más desigual del mundo, debido a estas contradicciones.
A nivel global, ahora el 1% de la población concentra más del 60% de las riquezas del planeta, igual, el modo de producción y de consumo, nos ha llevado al cambio climático.
Por ello, determinar que es necesario retornar al Estado de Bienestar fue el tino ideológico más acertado del gobierno actual, este, entendido conforme a Claus Offe, quien describe al modelo como mixto y que es una contra llave ante las crisis, debido a que la desigualdad supera las condiciones del mercado, provocando que ya no exista consumidores ni flujo para el ahorro y la inversión, por tanto, los agentes del mercado ceden al Estado la regulación y la redistribución del gasto social.
También, se aprendió del 2008 en no contraer deuda, conllevando a un peso estable en contraste a la caída y el alza de interés acelerada en otras regiones del mundo.
En materia de política exterior, igualmente se entró en esa misma sintonía, al exhortar a reducir la influencia de la doctrina Monroe a una política del “buen vecino” y contemplar restaurar la Alianza del Progreso de Kennedy, con lo que se pide el respeto de la soberanía para alcanzar acuerdos comerciales y de cooperación que mejoren la productividad regional, principalmente la industrial y del sector primario.
A pesar de ello, es claro que faltó más de un sexenio para consolidar y ajustar el modelo que llamo de “neobienestar” un “New Welfare” a nuestras circunstancias y las variables globales como es un sistema financiero más fluido, la inteligencia artificial y la necesaria transición porcentual a la industria amigable con el medio ambiente.
La sustitución de importaciones ya es algo que hablan con seriedad las consultoras de mayor prestigio, denominándola “nearshoring”, y por lo mismo, las empresas transnacionales que tienen los pronósticos claros han hecho su transición a regiones fronterizas del país.
Con lo anterior, entonces, ¿qué queda por consolidar para el próximo sexenio?
- Desde el sector público y quienes participen en la toma de decisiones de la cosa pública. – construir los términos de un Estado de Bienestar que ponga las reglas claras para todos los actores del país, sobre qué se va regular, en qué se va hacer la redistribución del gasto social, cómo se va recaudar más efectivamente y cómo garantizar la seguridad. Además, sobre cómo se va combatir el cambio climático y qué lugar va ocupar México en la economía mundial; en este último, pensando que Estados Unidos tampoco tiene la solidez industrial para sostener su mercado y que nuestros connacionales que aportan sus remesas, requieren verse como capital humano y no, como una problemática; para el caso de Europa, tendrán escasez de recursos agrícolas y energéticos por el conflicto en oriente.
- Desde el sector privado transnacional y local. – transitar sus cadenas de productividad a la industria creativa, fortalecer el sector primario y secundario (sobre todo la industrialización), de la mano de reducir la emisión de carbono.
Desevangelicémos de lo que representó el “Neoliberalismo” y como dijo Freedman pero en contrasentido: “esos tiempos ya terminaron, ahora es el Neobienestar”. Nos acomoda más, porque precisamente fue en “aquellos tiempos” los de más prosperidad para el país, tanto para empresarios y ciudadanía en general, fue el “siglo de oro”; ahora, en el siglo XXI, puede significar no solo riqueza y bienestar nacional, sino grandeza de México ante el mundo.
¿Dudan de ser líderes en este nuevo camino?