México necesita un nuevo socio comercial
Por: José Luis Arenas López
El pasado 15 de noviembre el mundo llegó a los 8 mil millones de personas, una cantidad inimaginable que pone en peligro al mundo. El calentamiento global, la emisión de contaminantes, el incremento de desechos sólidos, la carencia de alimentos, entre otros, son factores que incrementarán los conflictos entre los países proveedores y los países consumidores.
Al mismo tiempo, México y EE. UU. han incrementado sus relaciones comerciales, pudiendo suponer que las relaciones de amistad son ahora más sólidas. Es decir, por minuto se comercia cerca de un millón de dólares entre ambos países. México es el segundo socio comercial de Estados Unidos y el primer destino de las exportaciones de California, Arizona y Texas. Además, es el segundo mercado para otros 20 estados de ese país.
Actualmente, seis millones de empleos en Estados Unidos dependen del comercio con México. Eso sin contar la enorme cifra de mexicanos que laboran como indocumentados, los cuales son un factor fundamental como mano de obra en diversas industrias. Un aspecto necesario de observar es que, a la fecha, dependemos comercialmente no solo de las necesidades de consumo de EE. UU., sino de sus caprichos.
En diferentes momentos, EE. UU. ha embargado los productos mexicanos “castigando” o cerrando el comercio de estos en territorio norteamericano, afectando de manera directa a productores mexicanos, quienes al final se ven forzados a rematar sus productos buscando tener las menos pérdidas posibles.
El 2023 es un año crucial para el mundo y en especial para México; es momento de buscar nuevos socios comerciales. Por ejemplo, México y EE. UU. suman una población comercial de 467 millones de personas. Sin embargo, si México incrementara su relación comercial con la Unión Europea, el intercambio comercial sería, en promedio, de 879 millones de personas. Una alternativa muy prometedora para el desarrollo y crecimiento del país.
La situación actual de EE. UU. es cada vez más crítica y comprometedora. Misma que debería de alertar a los empresarios mexicanos, incluso al gobierno. El efecto impago es un mal que dio inicio en el país vecino este 1 de junio. La posibilidad de que se queden sin dinero es inminente y no es una casualidad, sus efectos los hemos estado viendo en los últimos meses con la quiebra de Silicon Valley, Signature y First Republic Bank.
En estas fechas se cumplirá una amenaza de crisis financiera, como la que se vivió en el 2008 y 2011 cuando el país vecino llegó a su máximo de deuda permitida. Es decir, ha llegado a su techo de deuda, el cual asciende a 31.4 billones de dólares. El límite fue alcanzado en este enero (2023) y, a pesar de los esfuerzos, EE. UU. no ha logrado ajustar sus finanzas y alejarse, aunque sea un poco, de esta caída, caída que se ha venido anunciando desde hace más de 50 años.
Los gobiernos establecen el techo de deuda para evitar que durante el ejercicio fiscal se endeude de más, situación que en Estados Unidos no se ha respetado después de la Segunda Guerra Mundial. Los primeros avisos se dieron en 1960 y, desde ahí, el congreso ha autorizado 78 veces superar el techo de deuda, decisión por demás irresponsable, no solo para el país del norte, sino para el mundo entero.
La confianza en el aparato financiero norteamericano ha caído con tal fuerza que el dólar ha sufrido los efectos de la desdolarización en el mundo. La unión de Rusia, Corea del Norte, la India, China e Irak para la creación de una cripto moneda única, misma que se propone utilizar como respaldo en las operaciones comerciales internacionales y que se suma a las ya establecidas por el BRICS, ha dado como resultado que la economía de EE. UU. perdiera la calificación de confianza máxima de riesgos financieros, tal como aconteció en 2013 cuando el gobierno presentó un cierre de operaciones por 15 días.
En la actualidad, EE. UU. se ha quedado sin dinero para enfrentar sus compromisos, como el pago de pensiones, salarios y servicios de salud. Los efectos de este problema se ven reflejados en la incertidumbre financiera que vive el mundo y la presión para mantener los precios de los hidrocarburos. La fuga de capitales se desencadenará y el dólar dejará de ser una moneda líder.
Para México será un problema triple, ya que los inversionistas internacionales podrían llegar a sacar sus capitales de países dependientes de la economía de EE. UU., causando una devaluación inminente y, en colación con la volatilidad de nuestra moneda, podría causar una crisis interna.
No obstante, México ha demostrado ser un país que aspira al desarrollo, quizás la falta de interés del gobierno por apoyar a los inversionistas nacionales sea otro factor que ponga en peligro nuestras finanzas, pero la capacidad productiva, su indiscutible calidad en mano de obra, la variedad de productos de primera necesidad, así como los de tipo alimentario, serán factores que saquen a flote a nuestro país.
Lo anterior, en un análisis simple, empuja a México y a sus inversionistas nacionales a buscar nuevos socios comerciales, explorar nuevos mercados e incursionar en negociaciones que permitan la mejora de las importaciones y exportaciones en un justo equilibrio que, a su vez, permita la expansión comercial y la reactivación empresarial con la creación de nuevas fuentes de trabajo, ya sea en el sector de la transformación, como en el agrícola o hasta en la ya casi muerta industria petrolífera.
EE. UU. no lo es todo, es solo un país más en el mundo con ventajas y desavenientes que está próximo a caer. Mientras que México es un país fuerte que está despertando para convertirse en lo que siempre ha buscado ser: una potencia comercial.