De la era Gutenberg a la era Zuckerberg
La relevancia del contenido
Por: Omar Villaseñor Zayas
Gutenberg y Zuckerberg, dos íconos que en su momento revolucionaron a la sociedad y a la cultura con sus innovaciones, la imprenta moderna y Facebook, pueden considerarse parte del mismo legado: la democratización del conocimiento.
La era Gutenberg
Hace más de 500 años, Johannes Gutenberg vino a iluminar el mundo con la invención de la imprenta. Hasta entonces los libros, elaborados a mano, solo pertenecían a la nobleza y al clérigo. Por una parte, el libro era un artículo de lujo, ya que su elaboración llevaba un arduo proceso de escritura, ilustración y decoración. Por otro, era una herramienta de poder, pues sólo quien tenía acceso a estos textos, tenía acceso al conocimiento.
No era raro que la mayoría de personas fuera analfabeta, ya que difícilmente podrían acceder a un material escrito. El conocimiento se limitaba a la vieja tradición oral, lo que explica el florecimiento de leyendas, cuentos y fábulas que se transmitían de generación en generación.
“Cuando la imprenta desbancó el trabajo manual en la elaboración de libros, creó también un mercado ávido de lectores. El acceso a la información propició la crítica y por consiguiente la discusión”.
Sin duda, la invención de la imprenta fue la primera revolución del pensamiento, por algo también es considerada como la revolución silenciosa. Es claro que la lectura por parte del pueblo colaboró con el surgimiento de movimientos como el Renacimiento, la Reforma Protestante o la misma Revolución Francesa.
Ya para el siglo XIX y XX la literatura y el periodismo se popularizaron. La prensa llegó con sus voceadores para informarnos de las últimas noticias y el cuarto poder se instauró con autoridad para moldear la opinión de las masas.
El gran cambio que generó la aparición de la imprenta también valorizó el contenido, grandes casas editoriales y diarios se convirtieron en los portavoces de lo que acontecía en el mundo.
La era Zuckerberg
“Aunque el nacimiento de Internet data de hace tres décadas,fueron las redes sociales las que revolucionaron el mundo digital e impactaron directamente en la dinámica de las relaciones humanas y la compartición de información”.
Si bien los blogs resultaron un escaparate semejante a los libros para muchos autores, la realidad es que la comunicación activa seguía quedando del lado del escritor, mientras que el lector permanecía en un carácter más pasivo.
Facebook -aunque no sea la primera red social, pero sí la que golpeó más fuerte- se convirtió rápidamente en un lugar de encuentro. Donde la comunicación viajaba cuasi-instantáneamente en dos sentidos, lo que nos dio la facultad de ser autores y auditorio al mismo tiempo.
Aunque en un principio, la plataforma creada por Mark Zuckerberg contemplaba crear una red de contactos cercanos, esa idea pronto se desdibujó. Nuestros círculos sociales digitales pasaron de ser familia y amigos a conectar con ‘desconocidos’ con los que compartió afinidades e intereses.
Con el tiempo, no sólo Facebook comenzó a poblarse de internautas. Las marcas también hicieron su aparición en este nuevo universo; si su público pasaba tantas horas frente al monitor o a la pantalla móvil, era un paso natural que las empresas debían de dar.
Y así, todo fue tomando su curso, a mayor número de personas, mayor número de anunciantes; a mayor inversión, mayores los recursos de la empresa de Zuckerberg; lo que ha permitido que la red social se fortalezca cada día hasta convertirse en una de las marcas más poderosas a nivel económico y cultural.
La competencia por la atención en este nuevo canal masivo y a la vez personal de comunicación, consiguió que los usuarios adoptáramos un papel más activo. Nos convertimos en creadores de contenido y cada día la producción de nuestros mensajes se ha vuelto más sofisticada.
La democratización de la creación
Con la llegada de la imprenta moderna, hace más de cinco siglos, no sólo nació un universo de lectores, también proliferó una pléyade de autores. Si más personas tenían al alcance un libro; más filósofos, científicos y artistas querían plasmar y dar a conocer sus pensamientos.
Actualmente, no necesitas ser un intelectual para compartir tus ideas en las afamadas redes sociales; Mark Zuckerberg y su Facebook nos hicieron ver que cualquiera de nosotros podía ser un famoso autor de contenidos, no solo escritos, sino también gráficos y audiovisuales. Y todo en un mismo lugar.
Pero si los escritores fueron el verdadero motor de la imprenta de Gutenberg, los creadores de contenido lo son ahora para plataformas como Instagram, Twitter, TikTok y Youtube. La producción de contenido es lo que hace posible que miles de millones de personas pasemos más de dos horas conectados al día a estas redes.
Lo más interesante de esto es que la línea que separa al productor del consumidor se ha desdibujado. Antes el escritor y el lector eran plenamente identificados en el ejercicio editorial. Hoy, todos somos creadores de contenido, todos subimos fotos, videos y textos. Hoy, todos somos “prosumidores”.
La democratización del contenido llegó en dos vías, hoy somos oradores y auditorio. Nos hemos convertido en medios de comunicación, con la posibilidad de compartir nuestras experiencias, ideas, pensamientos, sensaciones con un solo clic. Hemos incluso convertido nuestra vida privada en una historia a la que cualquiera tiene acceso.
La relevancia del contenido
Seguramente has escuchado la frase “el contenido es el rey” y no hay nada más cierto.
Si hablamos de marketing muchos discreparán -y hablarán de data, storytelling, storydoing, entre otros conceptos-, pero en el caso de los las plataformas de comunicación, esto siempre será vigente.
Esto lo han vivido todos los medios de comunicación, llámese prensa, radio, cine, tele, redes, streaming; el contenido es lo que hace que tal o cual canal o plataforma sea más consumido.
Si bien es cierto que con la aparición de los medios de comunicación masiva surgieron teorías como “la aguja hipodérmica” o “la bala mágica” que consideraba a la audiencia como una masa de individuos pasivos que aceptaban inmediatamente lo que se les decía por los medios mencionados, la realidad es que la audiencia siempre ha tenido el poder.
Desde Gutenberg a Zuckerberg, el público decide qué tipo de contenidos son los más consumidos. La Ley de la oferta y la demanda. Y hoy el poder está en los ojos y las manos del auditorio. Hoy, el espectador/consumidor tiene el poder de elegir no solo medio o canal, tiene un sinfín de posibilidades de consumo de contenido. Puede elegir entre leer, escuchar o ver.
Pero si el espectador/consumidor es entonces un ser con poder de decisión, entonces: ¿por qué los libros más vendidos son lo denominados de ‘autoayuda’?, ¿por qué los programas más vistos en la televisión abierta, a nivel nacional, son los melodramas?, ¿por qué las revistas más vendidas en el puesto de periódicos son ‘las del corazón’?, ¿por qué lo más consumido y compartido en redes sociales son los ‘memes’?
¿Podemos hablar de pasividad cuando pasamos más de ocho horas al día conectados? ¿O es nuestra pereza mental la que nos juega en contra al elegir contenidos que más que informarnos o enriquecernos simplemente nos entretienen?
Tal parece que los postulados de Sartori en su obra ‘Homo Videns’, hoy tienen más vigencia que nunca: pasamos de ser seres pensantes a seres visuales; lo que antes era una pantalla en medio de la sala de la casa, hoy ha pasado a ser una pantalla en medio de nuestra palma.
Si bien es cierto que vivimos infoxicados (intoxicados de información), también es cierto que tenemos la capacidad de elegir qué información y contenidos consumimos. Es trabajo de todos crear mejores contenidos que no sólo entretengan la mente, sino que la informen y generen individuos con una visión crítica.
El mismo Sartori postulaba que la primera niñera era la televisión, hoy veo con asombro cómo los niños más pequeños quedan impávidos frente a una pantalla de 5,4 pulgadas.
Hoy, es responsabilidad de todos mejorar los contenidos que consumimos: usuarios, productores, consumidores, prosumidores, medios, marcas, madres, padres, jóvenes. Dejemos de lado los contenidos que realmente no aportan nada, combatamos el clickbait, las fake news, los trenes generados por bots.
“Tenemos la biblioteca más grande del mundo en nuestros bolsillos, saquemos provecho de ello, eduquémonos y eduquemos a las nuevas generaciones a consumir contenidos que aporten valor, que apoyen el aprendizaje, el pensamiento crítico, la empatía y el cuidado de nuestro entorno”.
Si la democratización del conocimiento logró cambios radicales en el pasado y revoluciones del pensamiento, hoy pueden contribuir a la formación de una mejor sociedad. Las herramientas se nos han dado. Si en tus manos tienes un bolígrafo o un teclado úsalo sabiamente, si frente a ti está un libro, una revista o una pantalla, consume algo que te haga un mejor ser humano.
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